He pensado a menudo cuán interesante sería un artículo
escrito por un autor que quisiera y que pudiera describir,
paso a paso, la marcha progresiva seguida en cualquiera de
sus obras hasta llegar al término definitivo de su realización.
Me sería imposible explicar por qué no se ha ofrecido nunca
al público un trabajo semejante; pero quizá la vanidad de los autores haya sido la causa más poderosa que justifique esa
laguna literaria. Muchos escritores, especialmente los
poetas, prefieren dejar creer a la gente que escriben gracias a
una especie de sutil frenesí o de intuición extática;
experimentarían verdaderos escalofríos si tuvieran que
permitir al público echar una ojeada tras el telón, para
contemplar los trabajosos y vacilantes embriones de
pensamientos. La verdadera decisión se adopta en el último
momento, ¡a tanta idea entrevista!, a veces sólo como en un
relámpago y que durante tanto tiempo se resiste a mostrarse
a plena luz, el pensamiento plenamente maduro pero
desechado por ser de índole inabordable, la elección
prudente y los arrepentimientos, las dolorosas raspaduras y
las interpolación. Es, en suma, los rodamientos y las
cadenas, los artificios para los cambios de decoración, las
escaleras y los escotillones, las plumas de gallo, el colorete,
los lunares y todos los aceites que en el noventa y nueve por
ciento de los casos son lo peculiar del histrión literario.
Por lo demás, no se me escapa que no es frecuente el caso
en que un autor se halle en buena disposición para
reemprender el camino por donde llegó a su desenlace.
Generalmente, las ideas surgieron mezcladas; luego fueron
seguidas y finalmente olvidadas de la misma manera.
En cuanto a mí, no comparto la repugnancia de que acabo
de hablar, ni encuentro la menor dificultad en recordar la
marcha progresiva de todas mis composiciones. Puesto que
el interés de este análisis o reconstrucción, que se ha
considerado como un desiderátum en literatura, es
enteramente independiente de cualquier supuesto ideal en lo
analizado, no se me podrá censurar que salte a las
conveniencias si revelo aquí el modus operandi con que
logré construir una de mis obras. Escojo para ello El cuervo
debido a que es la más conocida de todas. Consiste mi
propósito en demostrar que ningún punto de la composición
puede atribuirse a la intuición ni al azar; y que aquélla
avanzó hacia su terminación, paso a paso, con la misma
exactitud y la lógica rigurosa propias de un problema
matemático (Filosofía de la composición).
Es conveniente desde esa visión literaria el abordaje de una obra, una historia cualquiera desde el tras de escena, lo no revelado pero que también es parte de ese todo pensado y/o elaborado por el autor??.
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